El Atlético recobra un poso de autoestima con un empate. Una de esas paradojas que regala el fútbol en su destino caprichoso. Igualó el Atlético ante el Manchester, eliminatoria dura, ante un rival de entidad, y el público despidió a su equipo con una ovación de recompensa. El espíritu del cholismo volvió en algún momento de la eliminatoria de Champions y la gente colchonera lo detectó en un Wanda a reventar. Joao Félix, en otra muestra de su inmenso talento, marcó un gol fabuloso que no fue suficiente ante un Manchester que empató al final. Dos postes evitaron el triunfo rojiblanco.
El Wanda ejerce una presión colosal al estilo del inimitable y derruido Calderón. Un estadio imbuido por la fuerza de la pertenencia, de un sentimiento común que se expresa en las grandes noches como ésta. Es la Champions, la competición que el club casi no conocía hasta que llegó Simeone (ocho participaciones en octavos en nueve años, una más que los cien años anteriores). La gente colchonera quiere pasarlo bien y el márketing del club prepara un tifo evocativo, el lateral de la M40 serigrafiado con un aviador y la leyenda ‘Vuela Atleti’ en recuerdo del origen. Atlético Aviación, y un mosaico de cartulinas con los colores de España. Estímulos para enardecer a la parroquia, que no necesita mucho para calentarse.
Ya tiene suficientes motivos para someter la noche a su diana. De Gea, el portero taciturno que se marchó sin gracia y se quiso vincular luego al Real Madrid; Cristiano Ronaldo, enemigo del mundo atlético por su destreza para hacer daño y por su carácter volcánico («tengo cinco shampions, el atlético sero», dijo aquel día); un adversario de tanta entidad como el Manchester United; y el propio equipo, necesitado de un empuje en este curso tan lamentable de juego y resultados.
El pronóstico en la grada es pesimista, pero el desempeño de la noche va girando hacia lo inesperado. Por momentos se aprecia al equipo de rompe y rasga que fue, ese que imponía un hombre en la presión sobre cada jugador contrario. De repente el Atlético se parece a su pasado, insistente, tenaz en cada duelo, sólido en la disputa, con más determinación que juego.
A la contribución global aporta más que nadie Héctor Herrera, solvente el mexicano, con galones para mandar, realidad en el césped del futbolista que siempre se intuyó. Su primera parte fue un repertorio de recursos y facilidad para quitar, empujar y sobre todo hacer jugar en combinación larga y corta, algo de lo que está tan necesitado el equipo de Simeone.
Se presiente un Atlético oxigenado de morralla cuando, a los seis minutos, el pase de Lodi y el fenomenal cabezazo de Joao Félix no rebota en el poste y se va fuera, sino que entra en la red del melancólico De Gea. Golazo del portugués, que debería ser obligatorio en cada alineación a nada que su entrenador le aporte confianza.
El gol ejerce un tributo balsámico en la seguridad de un equipo que se ha tambaleado casi todas la tardes esta campaña. La intensidad reaparece, Kondogbia se siente en su salsa estirando piernas y rebañando balones, los centrales se imponen por alto, Reinildo parece una buena solución, y Lodi no la pifia en la primera mitad. El contagio con la grada es evidente, la peña celebra cada disputa ganadora, cada corte, despeje bien ejecutado o cada falta táctica. Hay ritmo y ambición en el Atlético, más allá de los vicios de siempre: el patadón de Oblak buscando la cabeza de Vrsaljko como método para avanzar.
Pocas noticias
Del Manchester hay pocas noticias en la primera parte. Su colección de estrellas no amenaza a Oblak, Rashford es el más competente entrando por la banda, pero ni Sancho ni Cristiano atentan contra una defensa de la que se podía esperar lo peor. Con las debidas reservas en consonancia con la deriva del curso, el Atlético se va más que conforme al descanso. Pudo ir casi feliz por un escorzo de Vrsaljko que rechazó el poste de De Gea. Un Atlético sin contemplaciones en su actitud defensiva que se engancha a Herrera y Joao Félix para crear.
El partido se equilibra con el incentivo que añade el Manchester United, decidido a no pasar como una sombra por Madrid. Muestra algo de lo que se supone que es uno de los clubes más ricos del mundo, asoma en el Wanda con un progreso respecto a un comienzo insípido. Nada del otro jueves, pero sí exhibe presencia, cierto decoro en el juego de ataque y un ímpetu claro por dañar al Atlético. No es el Manchester en crecimiento que acumula una buena racha en la Premier, sino un equipo que saca la vergüenza competitiva en espera del zarpazo de Cristiano.
El Atlético se ubica en modo trinchera sin exagerar. No es el equipo que recula a sabiendas, que se forra con el disfraz de bombero y espera que escampe sin otra pretensión que no jugar y dejar pasar los minutos. El público valora el cambio de espíritu porque a Joao Félix lo tumban cada vez que entra en contacto con el balón. Correa se gana el puesto con una lucha infatigable que genera aplausos aunque no situaciones de gol.
El partido está en el alero porque el Manchester aprieta y el Atlético se defiende bien. Esto era así hasta que llega el error: un desliz de Reinildo provoca el gol de Elanga. Como era previsible el choque no se define, sino que queda colgando del alambre. La calidad de Griezmann pone la pelota en el larguero. Por unos centímetros, un juego al fin y al cabo, el Atlético no gana, aunque de alguna manera recobra la autoestima.
Fuente: abc.es